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IMAGINAR EL ALMA (1): Una tarea neptuniana.


Como un pez inmerso en el océano intentando comprender los fenómenos celestes y cósmicos: así te puedes sentir al tratar de definir y explicar desde el ámbito de la mente y del lenguaje conceptos como el alma, o el espíritu, el espacio entre vidas, la reencarnación… realidades de la experiencia que transcienden este ámbito dual en tres dimensiones en el que vivimos encarnados como seres humanos.


Muy a propósito vienen aquí los versos del Tao Te King:


El Tao que puede ser expresado

no es el verdadero Tao.

El nombre que se le puede dar

no es su verdadero nombre.


No obstante, si tienes “alma” de buscador, si sientes un impulso a explicar, conversar, encontrar el sentido de la realidad profunda, aun sabiendo que tu intento puede ser tan fútil como pretender alcanzar el horizonte, no te vas a detener: te lleva a este tipo de tentativas una pasión por encontrar y comprender la verdad, lo real; es lo que te entusiasma, lo que te hace sentir vivo.


En "Yo soy Eso", le preguntan a Nisargadatta:


P: Si lo real está más allá de la mente y de las palabras ¿por qué hablamos tanto de ello?

R: Por el placer de hacerlo, por supuesto. Lo real es la bienaventuranza suprema. Incluso hablar de ello es felicidad.


Pero sentir esa felicidad inherente a un supuesto acercamiento a lo real, no quita, sin embargo, que al pretender, por ejemplo (como es mi caso ahora), escribir un artículo honesto sobre algo como “el alma”, te sigas sintiendo como un pez con miopía intentando contar los anillos de Saturno. Pensadores occidentales como Nietzsche, Korzybski o Bateson ya indicaron que el lenguaje es por naturaleza metafórico, que el mapa no es el territorio ni el nombre es la cosa nombrada. Entre una rosa particular del jardín y la palabra “rosa” hay un doble salto: uno, de la flor, ser vivo, a la idea o concepto y, otro, de la idea a la palabra “rosa”. Si esto sucede ya con cosas concretas, fenoménicas, del mundo sensorial, ¿cuanta distorsión puede haber entonces al intentar describir y explicar desde el lenguaje realidades pertenecientes al ámbito nouminoso, esotérico, inaprensible para los sentidos habituales?






Por si fuera poco, tenemos las diferentes culturas, cosmovisiones y lenguajes. Ciertas realidades trascendentes, aún aceptadas por muchas culturas a lo largo de la historia, no eran comprendidas ni descritas de la misma manera. Aún dentro de la misma religión, los mismos términos tienen matices muy distintos dependiendo de las distintas escuelas de pensamiento. Por otro lado, cuando queremos explicar una realidad como el “alma” e, intentando hacernos entender mejor, lo asociamos a otro término de otra lengua y cultura que creemos que representa esa realidad (por ejemplo el “atman” del hinduismo), la distorsión se puede acrecentar sobremanera.


Pero entonces ¿Qué hacer?


Bueno, por una parte, asumiendo que el lenguaje siempre va a ser siempre impreciso respecto a la experiencia o realidad que quiere señalar, podemos hablar y entendernos desde esa consideración. Sin pretender que nuestras palabras reflejen necesariamente la verdad de lo que queremos decir, podemos asumir por consenso que, por mucho que alguien nos hable de algo como el “alma”, eso nunca va a acercarse a la verdad de nuestra experiencia directa de esa realidad.


Aceptar esto, hacernos conscientes de esta distancia insalvable entre el mapa y el territorio, lejos de frustrarnos, nos debería liberar. Porque no tienes que llegar a la verdad con tu discurso: es imposible hacerlo. Tu expresión puede ser un mapa más o menos adecuado y útil para otros buscadores de lo real (ese debería ser el intento de tu corazón), pero nunca el territorio. Reconoces tus limitaciones, y abrazas también las de los demás cuando tu mismo te sirves de los mapas de otros.





Nietzsche señaló con agudeza que la fuente original del lenguaje y del conocimiento no radica en la lógica sino en la imaginación, esto es, en la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, enigmas y modelos. Su propuesta es usar el viento a nuestro favor: si para aproximarnos a una visión de lo real, los conceptos, necesariamente metafóricos, se nos quedan cortos, podemos usar con intención las metáforas. Éstas, bien utilizadas, pueden ser verdaderas ideas-fuerza, mucho mejor dotadas que los rígidos conceptos para recrear y expresar algo escurridizo como la realidades “espirituales”.


Añadir que esto no es nuevo, lo han sabido siempre los poetas, pero también las maestras espirituales, los chamanes, las narradoras de historias de todas las culturas a lo largo del tiempo. La metáfora, la imagen, la parábola, el cuento, el mito…han sido utilizados desde siempre para expresar una sabiduría que el lenguaje a secas no era capaz de captar ni transmitir.


Dicho esto, podemos intentar acercarnos al “alma” desde diferentes perspectivas como quien circunvala con humildad y devoción una montaña imposible de escalar, valiéndonos del uso consciente de la metáfora. O lo que es lo mismo: asumir nuestra condición actual de peces, y permitir que el lenguaje fluya placentero, generando aventuradas burbujas. Quizás, inshallah, en su irisada curvatura, se llegue a reflejar un destello de esa luz celestial que es el alma, necesariamente filtrada por el acuoso, onírico velo de la superficie.





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Quirón y el Grial

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