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El impacto transformador de lo pequeño



El estado actual de la civilización humana, las turbulencias energéticas de estos tiempos denotan que estamos en un momento crítico, al final de un ciclo, moviéndonos a una nueva etapa como especie. La investigación fuera de la arqueología oficialista evidencia civilizaciones planetarias anteriores a la nuestra que desaparecieron impactadas por acontecimientos cataclísmicos, sin duda sincrónicos con estados significativos de la consciencia colectiva de ese entonces. Las tradiciones sagradas también nos hablan de civilizaciones y humanidades anteriores, de edades, eras y ciclos cósmicos en los que la consciencia colectiva cambia de frecuencia. Sabemos que este es un escenario de aprendizaje en el que nuestras almas participan encarnando en avatares humanos con diferentes condiciones y contratos, a veces de manera puntual, en momentos clave como este, para aportar una determinada influencia creativa e impactar en el campo energético colectivo. En otras comprometiéndose a permanecer reencarnando durante determinados periodos temporales, a través de todo un ciclo de experiencia y acompañar así vivencialmente todo su proceso de despliegue consciencial.


Es lógico pensar que, al final de una era, a modo de un examen final, se facilite una resolución y un drenaje de todos los contenidos emocionales irresueltos, pactos, karmas y asuntos pendientes que como almas hemos ido acumulando en este viaje. No se trata sólo de despertar los centros superiores. Seguro hemos tenido vidas de mucha conexión vertical, pero aquí hay mucho que más que aprender: aún muy conectados, podemos tener cortes respectos a los inferiores, o con heridas, bloqueos energéticos básicos que distorsionan y frustran nuestra experiencia y nos obligan a hacernos cargo de sus temáticas (Quirón, Lilith, Saturno…). Hoy en día es más evidente que la espiritualidad no es tal si no comprende la conexión con la tierra, el cuerpo, lo instintivo, si no resulta de una integración de polaridades, de un equilibrio sano entre las diferentes dimensiones de la experiencia. No es casual que hoy estemos poniendo tanto foco en ese proceso, apoyándonos mutuamente a conseguirlo.


Y es que nuestras vidas y destinos están entrelazados como hilos de un inefable tapiz multidimensional.







Nuestras elecciones y decisiones no definen sólo nuestros caminos y lineas temporales, sino que implican e impactan las vidas de nuestros semejantes. Somos tránsitos de los demás y viceversa. Cualquier acción, cualquier pensamiento, resuena y crea memoria en el campo mórfico colectivo, queda plasmado como una nota, un sonido en una monumental y copartícipe sinfonía, repercutiendo en el ambiente energético con el que interactuamos y en las experiencias que su frecuencia posibilita.

El eje Leo-Acuario nos habla precisamente también de cómo el estado de coherencia de nuestra individualidad incide en el campo colectivo, de cómo la autoconciencia alcanzada, el grado de autoorganización interna de los individuos que componen un sistema impacta en la expresión de este último. De cómo todo cambio externo parte de un cambio interno.


A veces las consecuencias de un minúsculo cambio son trascendentales: el estudio de los sistemas complejos revela que cuando un sistema entra en crisis transformadora, pequeñas influencias o imputs pueden ser decisivos para definir dramáticamente su transición hacia un nuevo nivel de complejidad evolutiva. El rayo de Urano, en su vertiente de emergencia y creatividad, busca impactar en la transformación colectiva de nuestra época a través de nuestras psiques, una vez maduras y capacitadas para esa labor.


En general, tu propósito como alma encarnada no tiene tantas vueltas. Estás a cargo de una vida humana en toda su complejidad, encaminada a transitar sus encrucijadas, integrar sus partes escindidas y desarrollar sus potenciales. Esto no es una cárcel ni una trampa. Es algo parecido a un complejísimo juego de simulación interactivo. Fue tu elección venir aquí y vehicular esta identidad, asumir sus retos y hacerla florecer. Cualquiera que sea tu labor, por sencilla, humilde y minoritaria que parezca es significativa y preciosa.







Eres partícipe además de un reto colectivo: a través de la expresión de tu autenticidad, de las elecciones que tomas desde la voz de tu corazón, afrontando con coraje tus retos particulares, estás contribuyendo a un cambio de consciencia planetario que posibilitará un nuevo rango frecuencial de experiencias encarnadas aquí en la tierra. Superados el paradigma materialista y las consecuencias del ofuscamiento creado por el sentido de separación, renacerán capacidades mucho tiempo consideradas paranormales y sutiles, que se pondrán al servicio de la creatividad planetaria para construir un nuevo mundo.





Quizá permaneceremos aquí para atestiguar, contribuir y celebrar esa nueva etapa. Quizás, cumplida nuestra gesta, volveremos al hogar del que nunca hemos partido, y descansaremos hasta que nos llame otro proyecto. De momento allá vamos, consumando la actual, cabalgando este rayo hasta donde el corazón nos aventure.

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Quirón y el Grial

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