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Palabras para un novilunio en Cáncer

El viejo mundo, la decrépita realidad de consenso, dando fe de su apoteosis kaliyuguiana, progresa en estos tiempos en la revelación de su lado más sombrío. Las huestes del ojo avanzan, agujas tóxicas en ristre, y la compañía vive horas críticas.


El emperador lagarto está desnudo, babeando de deseo, apremiando a sus lacayos... ¡Tan fácil al saberlo el Vade retro! Pero ay, aún la mayoría está ciega, inmersa en una consciencia de pertenencia infantil, buscando en masa padres afuera, hipnotizada, poseída y arrastrada por ese pánico inducido que ha anulado todo razonamiento y sentido común. Es trágico asistir a cómo el miedo siempre nos lleva de cabeza hacia aquello de lo que pretendíamos escapar.


¿Todo está perdido? ¡No! Unos pocas almas, quizá suficientes, resisten desde una consciencia más adulta, de paternidad interiorizada y responsabilidad asumida, creando, discriminando y tomando decisiones bajo criterio propio. Son las que llevan, no a veces sin dolor, la pertenencia a niveles más abarcantes, en el a menudo difícil intento de proteger a sus semejantes amando y respetando al mismo tiempo su viaje y estado consciencial.





La partida sigue, y en el tablero de juego, la madriguera parece no tener fondo: los niveles de mentira, ocultación y manipulación se revelan cada vez más asombrosos. Pero también ahora cada vez más burdos…¿Tendrá freno el plan ahrimánico? ¿Depende de nosotros? En todo caso ¿qué se nos pide ahora como individuos soberanos y como almas en sinergia?


Nuestras revoluciones solares nos orientan, la Naturaleza nos trae señales, y en el silencio—que siempre aguarda a la vera del árbol interior—llegan las respuestas necesarias. Una de estas mañanas, desherbando el jardín, creí escuchar o fabulé una suerte de letanía en el viento: “No habéis de temer: pensad, hablad, actuad, incuso poned límites desde el lugar que unifica. Vibrad alto y aportad resonancia lumínica como antídoto frente a la amenaza, imaginad con confianza”.


Tantas memorias de vidas en guerra (siempre trágicas) a veces nublan el entendimiento. ¿Tienen sentido ya los viejos términos? Si fuese cuestión de victoria o derrota, ¿no sería, esa jihad, interior? Pues antes que a ellos habríamos de vencernos a nosotros mismos, honrar un compromiso que nos habilite a hacer lo justo, quizá ofrendar cierto sacrificio de lo inferior por lo superior, que nos garantice una afinación consciente para la escucha y la receptividad necesarias.





Escuché recientemente, de un hermano, este decreto: “Yo soy la presencia divina protegiendo a los niños de la tierra“. Me pareció idóneo para esta siembra de novilunio, y te lo comparto en familia, alma conocida o aún desconocida. Sabe que como tú, estoy presente en esta hora y que, unidas de la mano, cuidaremos el fuego de la esperanza hasta el final.

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Quirón y el Grial

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