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LUNA NUEVA en LIBRA: refundar lo que quedó tras la tormenta

Hay muchos frentes abiertos, todos interrelacionados, en la “guerrilla de esperanza” que afrontamos cada día en nuestra marcha por un mundo mejor. Uno gordo es el del amor y las relaciones, del que quizá se podría decir que está cerca o en la base de todo. Y es interesante observar cómo en estos tiempos de crisis global, este tema sale a la luz con fuerza, necesitado de clarificación radical. A modo de esbozo, el problema suele ser que tenemos unos conceptos y dinámicas interiorizadas al respecto que distan tres pueblos de la realidad que se manifiesta, por lo general, en el encuentro íntimo con otra persona (sobre todo si queremos prolongarlo en el tiempo). No nos preparan para eso. Más bien, nuestra polarizada cultura atiborra nuestra mente con narrativas idealizadas o distorsionadas respecto a lo que sucede o podemos esperar cuando nos lanzamos, o la vida nos convoca a vivir eso que llamamos amor. Nos suena a tod@s, y a todos los niveles: mental, emocional, sexual, material, espiritual…La distorsión de base es que no nos conocemos, ni individualmente ni como especie. Cuando uno escucha a los científicos mainstream de turno decir a estas alturas que la mente está en el cerebro y que no hay nada más allá de lo físico, entonces apaga y vámonos, nada de lo anterior extraña. Sólo quedaría asumir con resignación y paciencia el punto en el que estamos como humanidad, y al menos contribuir con la parte que nos toca a avanzar en ese camino del autoconocimiento. Pero no desesperemos, las mareas y tempestades cósmicas que inundan, sacuden y purgan las vetustas y decadentes estructuras (colectivo-individuales) nunca han dejado de hacer su trabajo. Despertar, soltar pieles viejas, romper la cáscara y brotar a veces duele, pero ese un dolor que se va rápido, si atendemos a las maravillas que afloran de la tierra renovada.


La psicología analítica, profunda o jungiana (que fue desarrollada a lo largo del siglo veinte, y que puede que se enseñe en las universidades, si es que éstas todavía existen, en el siglo veintidos o veintitrés) tiene algunos conceptos muy interesantes que arrojan luz sobre este tema de las relaciones y el amor. Resumiendo, y para empezar, nos hace observar que una relación no es cosa de dos, sino que es cosa de cuatro (ir sumando en caso de poliamores). Y esto es porque, aparte de las dos identidades conscientes de cada miembro de la pareja, hay otras dos identidades a menudo inconscientes: las partes femenina(para el hombre) y masculina (para la mujer) que todos tenemos. Ambas suelen estar poco reconocidas o integradas, y tienen mucho que ver con las imágenes de hombres y mujeres ideales que buscamos en otras personas. A esas partes, en terminología jungiana, se les llaman ánima y ánimus, y su proceso de integración dentro de la propia psique es reflejada con la imagen alquímica de las bodas o el matrimonio del rey y la reina interiores. Es una etapa del viaje al Sí-mismo, el individuo que ha logrado aunar e integrar todas las partes de su naturaleza en un estado de conciencia no-dual, y todxs estamos en algún punto de ese camino.








Si hablamos de las relaciones precisamente como un camino evolutivo, ese sería el mayor regalo que nos ofrece una relación cuando sirve, por ambas partes, al desarrollo de nuestra conciencia. Y aquí y ahora es el espacio-tiempo de reivindicar el regalo que nos hace la Astrología humanista, transpersonal, evolutiva… como disciplina que nos guía y acompaña en ese proceso, ayudándonos a clarificar el funcionamiento de nuestras partes masculina y femenina, mediante la información mostrada en nuestra carta natal, y en relación a las dinámicas que se van activando en los ciclos temporales de nuestros arquetipos internos a lo largo de la vida (reflejadas por los tránsitos, progresiones, revoluciones, direcciones, etc). Porque en todas nuestras relaciones personales, pero sobre todo cuando estamos en pareja, se ponen en juego de base y de forma periódica las dinámicas de luz y sombra en nuestro mandala, las partes de nuestra personalidad que reconocemos y tenemos conscientes y las que no, las cuales solemos proyectar en la otra persona a modo de espejo inconsciente. A medida que vamos reconociendo esas partes nos vamos haciendo seres más íntegros, asumiendo mayor responsabilidad en nuestras vidas, dejando de culpar al afuera o a los otros de lo que nos pasa, pudiendo tener acceso también al cada vez mayor caudal de creatividad del que disponen todas las partes nuestras que vamos integrando.


Este martes día 9 tenemos a una Luna nueva conjunta a Ceres en Libra, con Venus, su dispositora, en Escorpio y retrogradando desde hace un par de días. Además la Luna tiene a Marte-Lilith en trígono (impulsando a su manera reivindicativa) al idealista y místico Neptuno en quincuncio y a Plutón, nuestro -entre otras cosas- agente de transformaciones profundas, ya directo y en tensa cuadratura desde Capricornio. Desglosaremos un poco todo esto, pero antes quiero destacar que la conjunción Sol-Luna se da a 15º de Libra, y que el símbolo sabiano correspondiente reza: “DESPUÉS DE UNA TORMENTA, UN EMBARCADERO NECESITA SER RECONSTRUIDO”. A mi entender, esta imagen nos remite de manera directa y coherente a lo que sucedió en la anterior Luna llena en Aries, bordada con relámpagos en nuestros cielos interiores, y nos habla de la continuación natural de las cosas, una vez pasada la tempestad.





Quizá durante la luna menguante hemos estado sólo lamiendo nuestras heridas. Quizá, si hemos hecho introspección sincera, con o sin acompañamiento terapéutico, nos hemos dado cuenta de ciertos temas, hemos valorado el lugar en el que estábamos, si queríamos seguir ahí, de qué manera. Precisamente ahora, durante los 40 días que Venus está retrógrada, se nos abre un portal para revisar en profundidad nuestras relaciones, nuestros valores y nuestras necesidades de amor y afecto. Podríamos sentir un retroceso, un estancamiento o una necesidad de retirada en el área de nuestra carta donde tengamos los últimos grados de Libra y los 10 primeros grados de Escorpio. En realidad es una oportunidad para descubrir aspectos en sombra de nuestra personalidad, también para danos cuenta y purgar, deshacernos de emociones, apegos, tendencias o hábitos dañinos, compulsivos o insanos que puedan estar manteniendo nuestras relaciones y nuestro camino evolutivo en áreas pantanosas y estancadas, dinámicas o situaciones que no permiten avanzar ni construir lo que nuestra alma ahora nos requiere. Aquí va a ser necesario asumir plena responsabilidad en el asunto, eludiendo victimismos y culpabilizaciones, resultado de proyectar nuestras carencias.




Referido a esto, el cielo de este momento, a mi entender, tiene parte del contenido arquetípico recogido en el mito del rapto de Perséfone y el inicio de las estaciones. El relato(que tiene una simbología muy rica y amplia y que resumo mucho aquí) cuenta cómo Hades-Plutón, el señor del inframudo, raptó a Core(“doncella”), la hija de Ceres-Demeter, la diosa de la tierra y las cosechas, y se la llevó al su reino subterráneo para convertirla en su esposa. Demeter entró en depresión entonces, y dejó de atender a la tierra, que se convirtió en un erial. Los otros dioses se quejaron a Zeus (porque la humanidad se moría de hambre y no les rendía sacrificios), y éste facilitó un trato con Demeter-Ceres para que pudieran seguir las cosechas en la tierra. Su hija, que ahora se llamaba Perséfone (“la que trae la muerte” en una de sus acepciones, en otra "la que avienta el grano")al no poder-ni querer, se entiende-regresar a lo de antes por haber probado unos granos de granada del inframundo, pasaría ahora la mitad del año en la superficie con su madre (Primavera y Verano) y la otra mitad con su esposo en el inframundo (Otoño-Invierno). Este mito nos muestra la temática arquetípica del descenso al inframundo, el encuentro con la sombra y los pasajes de transformación profunda tan característicos de Escorpio, Plutón y casa 8, que cobran relevancia precisamente en este momento. También nos habla de las dinámicas femeninas en nuestra psique entre la Luna (nuestra memoria de seguridad emocional) y Venus (nuestro aprendizaje del amor a través del vínculo), tan relevantes en nuestras relaciones, y a veces tan necesitadas de reconciliación en nuestras cartas. Es lo que toca ahora.




Esta lunación en especial es un buen momento para sembrar, fundar o refundar relaciones y compromisos en base a negociaciones equilibradas para ambas partes, que tengan en cuenta las necesidades prácticas cotidianas, la atención a lo pequeño y al detalle (Ceres), su reconocimiento como parte esencial también de las interacciones humanas armoniosas. Para esto habrá que trabajar en base a una radical honestidad atravesando el posible dolor de la geminación de la semilla (Plutón es fundamentalmente la pureza que nos obliga a dejar de lado todo lo que no es de verdad, decía Rudhyar), reconociendo proyecciones ocultas, posibles delegaciones inconscientes y necesidades de incorporación del poder personal y las propias ambiciones proyectadas en intentos de manipulación o dominio del otro. Si hablamos de una relación de pareja, habrá que tener cuidado con que la influencia de Neptuno en Piscis no nos ciegue. Primero con idealismos y sacrificios salvíficos, y luego con este tema de que a veces confundimos Amor con amor, absoluto con relativo, y repetimos más de oídas que otra cosa la consigna de “todo esta bien siempre y es perfecto” cuando es obvio que en el nivel relativo en el que se mueven nuestras vidas no lo está. Ese Amor sí nos puede ayudar a ver las necesidades profundas de evolución de uno y otro, para poder así relacionarnos con más honestidad, buscando de corazón lo mejor para ambas partes, aunque ello implique, en algunos casos, separarse.



A todo ello nos ayuda especialmente ahora la labor tenaz de desentrañar y reconocer nuestras dinámicas interiores reactivas y compulsivas, para poder avanzar con menos condicionamientos y fugas energético-mentales, con más soltura (Lilith-Marte en Acuario). Podemos aprovechar el impulso de la ola colectiva, pero sin dejarnos absorber ni revolcar en uniformizaciónes ni abstracciones estériles, manteniendo y reivindicando nuestra autonomía, valor y creatividad singular. Para lograr compaginar nuestra individualidad con el camino conjunto, nos puede ayudar tener siempre presente la conciencia antes expuesta de que en última instancia nuestras relaciones son un camino alquímico de reunificación de nuestros opuestos interiores, un yoga. Y que podemos ser el uno para el otro, pero sólo si existe voluntad y honestidad, catalizadores preciosos para el mutuo florecimiento, para convertirnos en piedras filosofales, elixires alquímicos que sean vertidos en el cuerpo conjunto de la humanidad. Si en este proceso, nuestras mentes -sedientas de encontrar el equilibrio y el camino justo, acostumbradas a hacerlo mediante el pensamiento- se atascan en la duda y el dilema existencial (Mercurio en Libra opuesto a Urano), entreguémonos al rayo de la inspiración, pidamos señales a la vida, confiando en que se nos revelará el camino de una manera explícita en lo tangible y práctico. El Edén se re-crea aquí y ahora con cada uno de nuestras decisiones, con nuestra actitud y confianza, con la pureza de nuestro intento. Recordemos, cuando vengan momentos de inseguridad, que requieran esfuerzo, que nos presiones botones dolorosos o que nos pongan al límite, que, si facilitamos el espacio sagrado, siempre tenemos esa guía interna a nuestra disposición para revelarnos el propósito y sentido profundo en el momento adecuado.


Iba a terminar recordando lo de siempre, que tengamos siempre presente que esto es un viaje orquestado por nuestra verdadera Naturaleza, que es Amor, Paz, Dicha eterna, que siempre estamos en casa, aquí y ahora, etc..todo eso que ya sabemos, pero hoy me parece más pertinente hacerlo con lo que leí en la camiseta de una mujer que me crucé el otro día por la calle. Decía: “Confía, coño”.


¡Feliz Luna Nueva!

Luis Alvarez Ω Astroregresiva

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