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IMAGINAR EL ALMA (2): La metáfora del vi

Nuestros divertimentos han dado fin. Estos actores, como había prevenido, eran espíritus todos y se han disipado en el aire, en le seno del aire impalpable; y a semejanza del edificio sin base de esta visión, las altas torres que tocan las nubes, los suntuosos palacios, los solemnes templos, hasta el inmenso globo, sí, y cuanto en él descansa, se disolverán, y, tal como ocurre en esta vana ficción, desaparecerán sin dejar humo ni estela. Estamos hemos de la misma materia que los sueños.

W. Shakespeare, La tempestad

Ver la experiencia del alma como un juego, un juego divino e ilusorio en última instancia en el que, llegado un momento, el jugador “despierta” y se da cuenta de que su naturaleza es la del creador del juego y la del juego mismo es uno de los temas centrales de la mitología hinduista. Que esta “realidad” es virtual, es algo que muchos exponentes de la fisica moderna defienden en la actualidad. (1)


Imagina que fuéramos una especie de ser energético, hecho de luz y conciencia, recién individualizado de la Totalidad, de la Fuente, de la Esencia, apenas empezando a tomar conciencia de nosotros mismos como individualidad, pero al mismo tiempo conscientes en todo momento de nuestra unidad con la fuente, como si fuéramos una gota de agua que se sabe gota pero que también se sabe una con el océano. Imagina que pudiésemos tomar la forma que quisiéramos a voluntad, así como la realidad que eligiésemos experimentar: crear a nuestra voluntad paisajes, escenarios, refugios…toda la realidad maleable a nuestro designio. Somos como niños inocentes que juegan en ese entorno protegido.


Divertido ¿no? Pero quizás, al cabo de experimentar un poco, también aburrido. “¿Y ahora qué podría crear?” Recuerda que no tenemos mucha experiencia afuera; allí, en ese lugar atemporal, sutil, luminoso, con una individualidad difusa, conscientes en todo momento de la fuente de luz que al mismo tiempo somos, la experiencia es limitada.


Pero hay muchas otras posibilidades para inspirarse y hacerlo todo más interesante. Aún somos jóvenes, sin embargo, las vamos a ir descubriendo poco a poco. Hay otras almas más experimentadas que nos han estado guiando y asistiendo desde el nacimiento que saben de estas posibilidades. Nos las van a mostrar cuando estemos preparadas.


Imagina ahora que, llegado el momento, pudiéramos entrar a jugar a un sofisticado juego de realidad virtual sólo con una parte de nuestra consciencia y energía. Mientras tanto, con la otra parte (nuestro “yo superior”) permanecemos conscientes afuera del juego, intentando guiar y ayudar a esa parte nuestra que ya está inmersa en la partida, dándolo todo, amnésica de su verdadera identidad.



El escenario es un planeta donde existe la dualidad. Y este planeta, a su vez, tiene una conciencia que está también en este proceso de evolución, como lo está la galaxia y el universo. Al haber elegido encarnar en la tierra participamos también con nuestro proceso en un proceso mayor, como si fuéramos una célula de un gigantesco organismo viviente, otra metáfora de lo que, como almas, acaso somos respecto a la fuente original.


Al tomar como vehículo un cuerpo en este escenario (como si fuera un avatar), aceptamos el juego, y el compromiso de pasar “todas las pantallas” hasta la resolución final. Para ello, partimos de un nivel de principiante y, en el camino, a través de vidas sucesivas o reencarnaciones, vamos, por así decirlo, sumando y restando puntos. Y es que en el juego funciona en distintos niveles lo que se llama ley de causa y efecto, ley de acción y reacción en física, o karma: lo que emitimos al campo de energía-información en el que estamos inmersos nos viene devuelto, como si hiciéramos gestos frente a un espejo multifacético, a veces instantáneamente, a veces dilatado en el tiempo. Para toda acción o causa, hay una reacción o efecto que la complementa o equilibra. El sistema dual busca el equilibrio.


Este juego no lo jugamos solas, sino en equipos, con otras almas afines. Vamos tomando diferentes personajes y roles para ayudarnos a aprender las diferentes lecciones y vivir las variadas experiencias. Tenemos apoyo además desde afuera y desde adentro por parte de nuestros "yoes superiores" y de jugadores experimentados que nos hacen de guías, maestros e instructores.


El juego tiene dos fases, una descendente y otra ascendente o, si quieres, partida y regreso. En la primera nos sumergimos en la experiencia de separación. Inexpertas, empezamos a generar una espiral de karma que cada vez va complicando más las cosas. Dualidad. Luz y oscuridad. Víctimas y victimarios. Guerra.




Empezamos a vivir experiencias que a su vez nos conducen a otras experiencias para compensarlas. Duele. Se sufre. Y es que la guerra entre opuestos es dura, pero también se sufre por ignorancia, porque inmersas en la película, tan intensa, nos identificamos con nuestros personajes temporales, nos creemos separados de todo lo demás y nos apegamos a muchas sensaciones que se pueden vivir aquí. Si ya lo hacemos viendo en el cine una película de dos horas en dos dimensiones, tomando partido por los personajes y permaneciendo en vilo en determinadas escenas, no es extraño que lo hagamos en esta experiencia, infinitamente más realista. También vamos contrayendo karma, acciones que van a generar reacciones, deudas y vínculos con otros participantes, que van complicando todavía más la cosa.


Una vez tocamos fondo, una vez nos vamos cansando del juego, empieza el despertar hacia la realidad de que no estamos separadas. Nos hacemos la pregunta ¿Quién soy yo realmente? Entonces, al ir dándonos cuenta de nuestra verdadera identidad, de que somos uno con todo lo que es (y lo normal es que esto suceda gradualmente) vamos desarrollando las virtudes que se derivan de esa toma de conciencia: compasión, paciencia, tolerancia, desapego, ecuanimidad, confianza... ascendemos así poco a poco en un proceso alquímico, en el que se va refinando toda nuestra densidad, toda la "oscuridad" que, debido a nuestra ignorancia, hemos ido acumulando en nuestro interior.


Esa purificación implica borrar las huellas que se han grabado en nuestras dimensiones energéticas no perecederas a lo largo de las vidas: sanar todas nuestras heridas emocionales, equilibrar todas nuestras relaciones y deudas pendientes acumuladas durante el viaje a través de las vidas. Y también reprogramar nuestras creencias adquiridas, dándonos cada vez más cuenta de la realidad del juego en el que estamos inmersas.





No sólo las reglas como el karma dificultan el juego. Hay otros seres que con su participación consciente o inconsciente complican más el viaje. Como los esbirros, las criaturas y los monstruos de esos viejos videojuegos de arcade, son parte de la aventura. Aquí podríamos incluir a “las fuerzas de la oscuridad”, las razas alienígenas intrusivas, las entidades, etc...A veces nos es difícil de entender, pues tendemos a posicionarnos del lado de la luz relativa. Pero estos compañeros de viaje polarizados en la oscuridad, jugando ese papel, hacen su labor, y la interacción con ellos nos puede reflejar nuestra propia oscuridad inconsciente. Aunque hayamos sido "víctimas" en muchas ocasiones, es posible que en algún momento del viaje nosotras mismas hemos tomado ese rol "malvado" para otras almas jugadoras, haciendo de verdugos, asesinos, maltratadores, inquisidores...


En todo este proceso vamos aprendiendo lecciones, vamos obteniendo valiosos aprendizajes, recursos, virtudes: verdaderos “elixires”, “armas” y “magias” que nos ayudarán en las pantallas más complicadas, sobre todo cuando nos encontremos con los “monstruos” del final de cada nivel de conciencia. La purificación de la que hemos hablado incluye ir superando pruebas, tentaciones, nuestras propias sombras, todos los aspectos de nosotros mismos que están sin integrar, que necesitan de nuestro reconocimiento, de nuestra aceptación, de nuestro perdón…





Cada vez que tenemos que volver a empezar de nuevo la partida no partimos desde cero: aunque el avatar, que tiene consciencia propia, no recuerde que ya ha estado jugando antes, el jugador, nuestro ”yo superior”, sí que recuerda y aprende, y cada vez puede insuflar más de su conciencia en la del avatar. Vamos acumulando un bagaje, una experiencia: ya no somos las ingenuas y quizá alocadas e idealistas almas jóvenes que decidieron encarnar aquí hace muchas vidas, ahora disponemos de una madurez que sabe moverse cada vez con más soltura por los entresijos del juego. Nos hemos dado cuenta también de que además de participantes, somos también co-artífices del mismo. Y ya no creamos nuestra experiencia desde nuestras heridas y programaciones subconscientes, sino desde nuestra intención consciente: empezamos a empoderarnos.





Llega un momento en el que nuestro avatar comprende que él y el jugador son la misma cosa, e incluso llega a saber—como lo sabe el jugador—que no está separado de la fuente—lo único que existe—y que también la misma existencia del jugador es relativa, impermanente, y por tanto ilusoria, otro nivel del juego divino. Todo es la divinidad: no somos una gota de agua, somos el océano. Somos Amor. Todo es Amor. Nosotros somos Eso.


Al darse cuenta de esto, al "despertar", al mismo tiempo que equilibra todo el desequilibrio generado, el avatar se integra, se disuelve en el jugador y entonces... ya no hay quien genere más karma: hace “sin “hacer”, desidentificado de lo que sucede, de “jugador” se convierte en “testigo”, y fluye con el juego a un nivel de no-dualidad. Entonces es cuando podemos “estar en el mundo, pero sin ser del mundo”. El significado literal de nirvana es "donde no sopla el viento del karma".


Podríamos decir que el nivel del avatar es el nivel del ego, del cuerpo, personalidad. Al nivel del jugador le podemos llamar nivel del alma. Y al nivel donde solo hay unidad, nivel del espíritu. Las características de estos niveles, sus subniveles o capas es otro tema bastante amplio que no vamos a discutir en este artículo, pues exige una cartografía mucho más detallada.


Una vez terminado el juego, y aprendidas las lecciones, podemos pasar a otra cosa, o elegir seguir viniendo para ayudar desde dentro a otras almas en su forma de avatar a superar las pruebas. También podemos brindar asistencia desde fuera como maestros o guías, incluso brindar ayuda en otros escenarios distintos a este planeta, que los hay, y muchos. Como la vida aquí, son posibilidades de expansión de la conciencia, posibilidades creativas de la fuente que, a través de sus individualidades, se experimenta a sí misma en todo su potencial.


(Recuerda que estas palabras, que no pretenden ser originales, son sólo un mero mapa, uno de tantos como hay, y nunca el territorio. La verdadera realidad de éste la tendremos que descubrir y reconocer desde una "mirada sin dueño", "haciendo camino", "camino con corazón", en el andar perseverante y aventurado; en el largo, salvaje, inexorable regreso a casa).



Te tomas un descanso, entonces eres, o bien atraído de nuevo o vuelves voluntariamente a otro cuerpo, y continúas el juego, hasta que te hartas y te cansas. Como he mencionado anteriormente, cuando te hartas y te cansas del juego, te conviertes en un buscador de la verdad y evolucionas de esa manera.

[...] Así que te haces a ti mismo la pregunta, "¿Qué es este yo? ¿De dónde viene? ¿Quién soy yo?" Si eres sincero sigues al yo hasta su origen, que es el Sí mismo (el Ser). El yo, o la personalidad, por lo tanto, se disuelve en el Sí mismo. Esto se llama despertar. La gente le da nombres a esto, lo llama moksha, liberación, auto-realización, la realidad. Las personas se aferran a todo tipo de nombres de eso. Todo lo que has hecho es llegar a ser tú mismo, eso es todo. No hay nada misterioso en ello. No tienes que repetir mantras sagrados o ir a ciertas escuelas de filosofía antigua. Todo lo que estás buscando está dentro de ti mismo.


Robert Adams. “El Juego Divino (Lila)”


(1) Edward Fredkin, Nick Bostrom, Brian Withworth, por poner unos ejemplos mencionados por Tom Campbell en una reveladora conferencia en el Instituto Monroe (min 38:45) https://www.youtube.com/watch?v=uhv-XCff4_I

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